martes, 21 de octubre de 2014

Hoy vi mi vida pasar por delante de mis ojos Y NO ESTABA MUERTO

(Estaba de parranda). No, en realidad estaba más vivo que nunca. Justo acababa de salir de mi primer día como voluntario en la residencia de menores de Vallehermoso. Llamé a mi madre para contarle lo bien que me había ido. Mientras hablaba con ella por teléfono se cruzaron por delante de mí en menos de 20 minutos, un antiguo compañero del colegio mayor, el vecino que vivía en el quinto de mi edificio el año pasado, un coche de Bluemove (empresa en la que trabajé), una compañera de Nielsen (empresa en la que trabajo actualmente),... Y antes de hablar con mi madre me había encontrado con un amigo de mi hermano, de Vigo, mi ciudad de origen. Me encantan este tipo de casualidades y más en una ciudad como Madrid, en la que la mayoría de las veces lo que ocurre es totalmente lo contrario: parece que siendo tan grande y habiendo tanta gente siempre te estás cruzando con caras nuevas y desconocidas. Una de las cosas que más me gusta de esta ciudad es precisamente eso, caminar por Gran Vía entre la multitud, por ejemplo, y no reconocer a nadie. Tampoco que nadie te reconozca. Ir a Sol y dejarme abrumar por el gentío. A veces, lejos de agobiarme, vivir en una ciudad grande y llena de gente me produce sensaciones que me gustan. Los espacios de tranquilidad y silencio, por ser quizás más difíciles de encontrar, también se disfrutan más. El caso es que esta reflexión personal a modo de diario íntimo la hago pública porque creo que hoy he aprendido algo. En realidad me he acordado de algo que ya había aprendido, pero que a veces por no tenerlo presente se me olvida. Para que pasen cosas hay que salir de la zona de confort. Y salir de la zona de confort implica actitud, acción, hacer cosas. Suena a discurso de "gurú motivacional", pero mi corta experiencia no hace más que recordármelo.

Hace unos meses leí este tweet:


Estaba pasando una época personal un tanto extraña y esta cita me inspiró. Decidí que quería volver a ser voluntario y contribuir de alguna manera, por pequeña que fuera,  a mi comunidad. Hablando con una amiga que tenía la misma motivación, descubrí la fundación Soñar Despierto y me gustó su causa. Después de un par de reuniones y una tarde de formación hoy empecé a colaborar en una residencia de menores en mi distrito dando apoyo escolar a un chaval. Con que vaya una vez a la semana 1 hora les llega, fijaros con que poco se puede ayudar. 
Hoy me encontraba bastante mal, con dolor de garganta, tos, pocas horas de sueño y una jornada laboral intensiva encima. Mi cuerpo (y mi mente) me pedían descansar, echarme una siesta. Mi zona de confort esta tarde estaba en el sofá. Pero decidí salir, coger mi querida moto y plantarme en la residencia con la incertidumbre y los nervios de no saber muy bien qué me iba a encontrar y qué esperarían de mí. Sin duda, fue una decisión acertada :)


sábado, 18 de octubre de 2014

SITIOS A LOS QUE DEJARSE LLEVAR o a los que llevar a alguien que no dejarías nunca

No me gusta comer solo. Cuando como fuera, en un restaurante, procuro hacerlo acompañado porque como os digo, no me gusta comer solo (aunque se ve que hay a gente que sí le gusta...):


Creo que comer solo en un restaurante es de las cosas más tristes que puedes hacer. Así que si puedes evitarlo, no lo hagas:


Para cuando vayas acompañado, hoy comparto aquí las tarjetas de algunos restaurantes de Madrid a los que me he dejado llevar este año y a los que llevaría a alguien que no quisiera dejar nunca:









Los anteriores restaurantes están ordenados según la fecha en la que fui este año, siendo el 5. el más lejano en el tiempo y el 2. el más próximo. Aunque todos me gustaron mucho, solo he ido una vez a cada uno, aunque no me importaría repetir (si leen esto los dueños y agradecen la publicidad gratuita, por ejemplo).

Sin embargo, el número 1. lo reservo para dos a los que he ido más de una vez, pero no por ello dejan de ser especiales (y mis favoritos): Ojalá y Lateral.

Y diréis este tío es un esnob, un sibarita, un pijo, solo le va el postureo. Bueno, quizás... pero que sepáis que los jueves suelo comer en el restaurante Numar (digno, en apariencia, del programa televisivo "Pesadilla en la cocina", pero con un menú a 9,50€ que te deja muy satisfecho en mitad de Atocha). Por el centro no falla una visita a El Tigre de vez en cuando (cualquiera de los dos). La Llama o Santa Elena son referencia por mi zona. Y la pena que me dio ver cerrar el Salamanca... 


Pero la cosa iba de sitios con cierto "encanto"... ¿a dónde os dejarías llevar vosotros?

(Aprovecho para dedicar esta entrada a un amigo que ya no vive en Madrid, pero que en su momento pensó en hacer un blog sobre restaurantes y tiendas de la ciudad con un toque "especial". Tenía el logo y todo preparado. Desde aquí le mando un fuerte abrazo).

jueves, 9 de octubre de 2014

BOYHOOD, Momentos de una vida

Ayer fui a ver "Boyhood".


Pagué 3,90€ por una película que después de verla valoro muchísimo más. Como no soy crítico de cine, ni entiendo, solo puedo decir que me gustó mucho y que la recomiendo. Incluso que la volvería a ver. Varias veces. Con papel y boli. Y Shazam, para "pillar" las canciones de su gran banda sonora.




Pasó un mes desde que leyera esto en El País y casi tres desde que viera este tweet del periodista Carlos del Amor:


En todo ese tiempo he escuchado todo tipo de opiniones. Desde que era larga y aburrida, hasta apelativos como "la historia más grande jamás contada". Ahora puedo decir que de todas las películas que he visto en el cine en los últimos tiempos esta es, sin duda, la que me hizo salir de la sala con mejor sensación.