lunes, 29 de agosto de 2011

EL INTERÉS PERSONAL, Adam Smith

"La codicia es buena", declaraba Gordon Gekko, el villano de Wall Street, el clásico de la década de los 80, para confirmar de un solo golpe los peores miedos de la sociedad biempensante acerca de los financieros. En el despiadado mundo de Manhattan, la avaricia flagrante había dejado de ser algo de lo que avergonzarse, para convertirse en algo que podía lucirse con orgullo, como las camisas a rallas y los tirantes rojos."
La codicia, a falta de otra palabra mejor, es buena. La codicia es apropiada. La codicia funciona. La codicia clarifica, penetra y captura la esencia del espíritu evolutivo. La codicia en todas sus formas; codicia por la vida, por el dinero, por el amor, por el conocimiento, ha marcado el impulso hacia arriba de la humanidad.
Si esa declaración resultaba escandalosa en una película a finales del siglo XX, intenta imaginar cómo habría sonado doscientos años antes, cuando la vida intelectual todavía estaba dominada por la Iglesia y definir al ser humano como un animal económico era casi blasfemo.


La idea básica es la siguiente: no hay nada malo en que la gente actúe por interés propio. En un mercado libre, las fuerzas combinadas de todos los actores que buscan promover sus intereses individuales benefician a la sociedad en su conjunto y enriquecen a todos sus miembros.
La idea contribuye a explicar por qué los mercados libres han sido tan importantes en el desarrollo de las complejas sociedades modernas.

La idea de la "mano invisible" de Adam Smith subraya el hecho de que son los individuos (más que los gobiernos y los administradores) los que deben decidir qué producir y qué consumir, pero hay varias condiciones importantes. Smith fue bastante cuidadoso y distinguió entre el interés propio y la pura codicia egoísta. Es una cuestión de interés propio tener un marco de leyes y regulaciones que nos protejan, como consumidores, de un trato injusto. Esto incluye los derechos de propiedad, la defensa de las patentes y los derechos de autor y las leyes de protección laboral. La "mano invisible" debe tener el respaldo del Estado de derecho.

Es en esto en que se equivoca Gordon Gekko. Alguien impulsado exclusivamente por la codicia podría optar por burlar la ley en su intento de enriquecerse a costa de los demás. Adam Smith nunca hubiera aprobado semejante conducta.

"50 cosas que hay que saber sobre economía", Edmund Conway

"No es de la benevolencia del carnicero, el cervecero o el panadero que esperamos nuestra comida, sino de su atención a sus intereses. Apelamos, no a su humanidad, sino a su amor propio, y en lugar de hablarles de nuestras necesidades, hablamos de su provecho." (Adam Smith)