jueves, 25 de agosto de 2011

MUHAMMAD YUNUS, El banquero de los pobres

La primera vez que leí acerca de Muhammad Yunus lo hice sin ser consciente de su relevancia. Me había comprado un libro de bolsillo sobre economía que recogía el pensamiento ("comprimido") de algunos de los más importantes economistas de la historia. Sin embargo, aquel economista con nombre raro no me había llamado la atención en ese momento. Más tarde, leí una entrevista que le hacían en un semanal de un periódico y sus reflexiones me llegaron de otra manera. En seguida empecé a documentarme sobre lo que le había hecho merecer el Premio Nobel de la Paz en 2006.

En vez de contaros su historia a modo de entrada de enciclopedia, permitidme que lo haga con una fragmento de un libro que leí hace poco, "Haciendo la contra" de Víctor Amela, Ima Sanchís y Lluís Amiguet; que recoge entrevistas publicadas en el periódico La Vanguardia hace ya más de una década:

Muhammad Yunus, inventor del model de microcrédito para combatir el subdesarrollo.

"La burocracia es el enemigo de los pobres"

En Yunus se palpa la bondad. Yunus es bueno porque es inteligente. Economista reputado, podría gozar hoy de su pensión tras haber enseñado en un pacífico campus de césped inmaculado o podría haber medrado para un carguito en su país. Hoy no sería candidato al Nobel de la Paz, pero eso le importa menos -se nota- que seguir trabajando con la gente. Es feliz y lo transmite con buenas vibraciones, sonrisas y una fe escandalosa en las personas. Yunus, nacido en un país de santones, desconfía de estados, burocracias, religiones y castas. Confirma sobre el terreno lo que siempre habíamos sospechado: todas esas reuniones de estadistas y bancos mundiales y fondos monetarios son de una inoperancia espantosa y culpable. Cuenta en detalle cómo los gestos afectados de nuestros mandamases no sirven más que a sus vanidades y a los sucios bolsillos de los cuatro ricos de cada país pobre. El gran cambio está en las cosas muy pequeñas y Yunus ha cambiado la miseria de miles de compatriotas porque cree en las cosas pequeñas y en las personas anónimas y las comprende. Por eso ha cerrado más de dos millones y medio de tratos sin más papeles, abogados ni policías que una sonrisa y un apretón de manos. Después de un ratito con él, te sientes un poco menos miserable.

Lluís Amiguet

Tengo sesenta años. Nací en Chitagoon, Bangladesh: 130 millones de habitantes. La población, si puede desarrollar su creatividad, no es el problema, es la solución. Fundé el Grameen Bank, que ha concedido 2,5 millones de microcréditos a los pobres. Colaboro con la Fundación "la Caixa" potenciando el microcrédito en el Tercer Mundo.

-Usted es el único banquero sonriente que recuerdo...
-¡Es que tengo muchos beneficios!
-Lo dudo: usted solo presta dinero a los pobres.
-¡Ja, ja! ¡Por eso sonrío! Dos millones cuatrocientas mil familias de Bangladesh me pagan con su dinero, pero también con sonrisas: han salido de la miseria con su esfuerzo y un micropréstamo de nuestro Grameen Bank.
-¿Pero pagan la deuda?
-Hasta el último céntimo. Sólo nos falla el dos por ciento. Y quiero decir que el Grameen Bank es un negocio. ¡Nada de caridad! ¡Ni de subvenciones del Estado!: ese dinero es nuestro y lo prestamos a los pobres porque es rentable y son buenos clientes.
-La banca siempre sostuvo lo contrario.
-Por mediocridad. Tratar a los pobres como incapaces no solo es inmoral, sobre todo es una estupidez financiera.
-Muy extendida.
-Porque al pobre se le culpabiliza de su pobreza.
-"Si son pobres será por algo..."
-Exacto: "No te fíes de ellos, son vagos", pero nosotros hemos demostrado dos millones y medio de veces que eran pobres solo porque sufrían una estructura que los hacía pobres. Si se les da una oportunidad, la aprovechan.
-¿Cómo descubrió eso?
-Tratándolos. Yo soy hijo de un joyero de una familia de clase media baja de Chitagoon. Logré una beca y me fui a la Vanderbilt University a estudiar Economía.
-¿Por qué no se quedó en esa elegante universidad americana?
-Fui profesor allí hasta la terrible guerra de independencia de mi país en 1970, que nos enfrentó a los pakistaníes. Tuvimos dos millones de muertos. ¡Y yo hablando de macroeconomía en Tennessee!
-La guerra no era culpa suya.
-Volví a ayudar a mi gente y acabé dando clases de economia en Bangladesh, mientras millones de compatriotas agonizaban literalmente de inanición en las calles. ¡Y yo los veía cada día al salir de clase! Ver a un ser humano morir de hambre es algo que no se olvida jamás.
-¿Qué hizo?
-Desesperarme. ¿Para qué servían todas aquellas teorías elegantes que yo explicaba a estudiantes bien alimentados? Un día fui a un pueblo junto a la universidad y empecé a preguntar. Todos trabajaban como locos para devolver créditos a los usureros con intereses de extorsión. Quise hacer un experimento microeconómico.
-¿Darles dinero?
-Eso es un error. Escogí 45 personas y les presté de mi bolsillo 45 microcréditos.
-¿De cuánto?
-Pues como ahora: de cinco dólares, diez, treinta, hasta trescientos.
-¿Seis euros?¿Mil pesetas de préstamo?
-Sí. Parecen cantidades ridículas, pero con el precio de una cena aquí usted cambia la vida de una familia allá.
-Difícil.
-Fácil: con 2.000 pesetas compran una vaca, con la vaca devuelven el crédito y a los tres años pueden comprar otra y vivir de vender leche. Todos nuestros micronegocios son así.
-¿Y crean empresarios?
-Empresarias. Una de las claves de nuestro éxito es que prestamos a mujeres.
-¿Por qué?
-Son más fiables, optimizan la inversión y planifican. Ahora estamos convirtiéndolas en empresarias telefonistas, una en cada pueblo. Les damos crédito para comprar un móvil. Como la telefónica estatal es inoperante y corrupta, nuestro negocio marcha.
-Su feminismo no gustará a los mulás.
-El integrismo religioso es nuestro peor enemigo y hemos sufrido atentados, pero les vencerá nuestro sentido común.
-¿Les ayuda el Estado?
-No creo en el Estado: estoy convencido de que en el futuro los ciudadanos podremos reducirlo al mínimo y funcionar sin él. El enemigo de los pobres es la burocracia y el establishment.
-¿No les ayuda el gobierno?
-Me conformaría con que no nos boicotearan. De momento, la administración duda entre la ignorancia y el desprecio hacia nosotros.
-¿Por qué?
-Los burócratas prefieren los créditos gigantescos de ayuda al desarrollo del FMI, del Banco Mundial, de los países ricos. Con ellos consiguen los viajes, las comisiones, las corruptelas... Solo una ínfima parte de esos grandes préstamos que tanto se cacarean llega a mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos.
-¿No le hubiera gustado mandar?
-Nadie es generoso porque sí. Yo no lo era. Me hice generoso sobre la marcha por egoísmo, cuando vi lo bien que me sentaba ver sonrisas de agradecimiento.
-¿Cuál ha sido el microcrédito más importante que ha dado?
-Conseguí que una mendiga aceptara, porque se negaba al principio, apenas medio dólar. La obligué a tomar uno y medio y compró quincalla para vender por las casas.
-No se haría rica.
-Me la encontré meses después y le pregunté por el negocio. No me habló de dinero. Me explicó que había llamado a la puerta de una de las casas dónde solía mendigar. Le respondieron "vuelve otro día". Ella insistió. Tenía cosas que vender. Le abrieron. "Señor Yunus -me dijo-, yo les mostré mis baratijas y por primera vez en mi vida me invitaron a sentarme en una casa".

Julio de 2000

Para los que queráis todavía más información sobre Muhammad Yunus, aquí os dejo un link a una página de ELPAIS.com donde se recogen noticias, reportajes, entrevistas y fotografías: http://www.elpais.com/todo-sobre/persona/Muhammad/Yunus/5630/