La política me interesa en la medida en que me afecta a mi y a toda nuestra sociedad. Lo queramos o no, la política está ahí, guste o no guste. Y aunque poco, yo creo que algo sí que tenemos que decir.
Ángela Becerra, en su columna de opinión en ADN, escribió un 17 de febrero de 2010 un texto muy breve, pero que me encanto al leerlo, y que tengo pegado en la puerta del armario de mi habitación desde esa fecha (primero lo tuve en el colegio mayor, ahora en el piso). En el describe lo que para ella es un buen gobernante. Invita a la reflexión:
"El buen gobernante es aquel que sustituye el apego al poder por la obsesión para resolver.
Gobernar es saber anticiparse a los problemas, y jamás y bajo ningún concepto negarlos, diluirlos o, lo que es más grave, crearlos.
Gobernar no es ir esquivando los problemas heredados con una sonrisita de "yo no he sido", sino con la entereza del "eso, yo lo voy a arreglar".
El buen gobernante jamás puede prometer lo que desconoce si se podrá hacer. Tiene que sustituir la efímera grandilocuencia por el sensato realismo, porque quien gobierna jamás puede engañarse ni engañar.
El buen gobernante deber tener una clarísima conciencia de que, para repartir, antes hay que crear por eso, sus anhelos para construir una sociedad más justa deben ser simétricamente paralelos a los de promover una sociedad más rica.
El buen gobernante no va regalando a otros los recursos de sus ciudadanos, sin que los utiliza como semillas para crecer, resolver y enseñar a pescar en su propio país.
El buen gobernante entiende el inmenso valor de una buena relación con otros líderes y es capaz de despertar en ellos una admiración hacia su persona, no sólo hacia el cargo que ejerce.
El buen gobernante es aquel que sabe rodearse de gente tanto o más potente y sabia que él, porque entiende que su gran fuerza empieza por la de su propio equipo.
El gran gobernante es un gran soñador que siempre está muy despierto."