El otro día leí este titular:
"Internet ha tenido un efecto directo sobre cómo percibimos las cosas y sobre cómo nuestro cerebro recibe y procesa la información. (...) Nicholas Carr, señala que los recuerdos tienen ahora mucho más difícil pasar de la memoria temporal a la de largo plazo porque las [personas] han asumido que ya no necesitan memorizar toda esa información y por tanto nuestros recuerdos son mucho más superficiales.".
Resulta paradójico que la misma herramienta que nos está haciendo perder nuestra capacidad de recordar las cosas, no nos deje olvidar otras: como a las/los ex. Mauren O´Connor escribe sobre este tema en un artículo largo, pero revelador, en el que describe una nueva generación, la del social media, que nunca rompe del todo con su pasado amoroso:
"There was a time when staying in touch was difficult. Exes were characters from a foreclosed past, symbols from former and forgone lives. Now they are part of the permanent present. (...) All my exes live online, and so do their exes, and so do their exes, too. I carry the population of a metaphorical Texas in a cell phone at all times."
Cuando hablamos de recuerdos o de memoria y lo relacionamos con el amor me resulta imposible no acordarme de la película Memento y esta escena:
I don't even know how long she's been gone. It's like I've woken up in bed and she's not here... because she's gone to the bathroom or something. But somehow, I know she's never gonna come back to bed. If I could just... reach over and touch... her side of the bed, I would know that it was cold, but I can't. I know I can't have her back... but I don't want to wake up in the morning, thinking she's still here. I lie here not knowing... how long I've been alone. So how... how can I heal? How am I supposed to heal if I can't... feel time?
"¿Cómo me puedo curar?", se pregunta el protagonista.
Preguntar, igual que recordar, a veces duele.
"¿Cómo me puedo curar?", se pregunta el protagonista.
Preguntar, igual que recordar, a veces duele.